lunes, 29 de abril de 2013


Crianza de niños por parejas del mismo sexo: un punto de vista psicoanalítico

¿QUÉ VALE MÁS: LA ACTITUD O EL SEXO?

En el Movilh califican como homofóbica la prohibición de la adopción por homosexuales. Pero, ¿y si en esos casos la crianza es nociva para la psicología del hijo? ¿Es así o no es?  El psicoanalista Francisco Pisani da su opinión.

Augusto Catoia Fonseca



En el artículo primero de la Constitución Política de la República está escrito: “La familia es el núcleo fundamental de la sociedad”. Diputados de la UDI quieren agregar otra frase al párrafo: “El menor sólo tendrá por padres a un hombre y una mujer”.

La propuesta, realizada por los diputados María Angélica Cristi, José Ramón Barros, Claudia Noguera y Mónica Zalaquet, desató polémica. El presidente del Movilh, Rolando Jiménez, criticó la actitud en Twitter: "La Udiotez del día. Presentan proyecto de ley contra familias homoparentales. UDI muestra su feroz homofobia!".

De esta situación despierta una interrogante: ¿es válida, desde un punto de vista psicológico, la crianza de niños y adolescentes por parejas del mismo sexo?  El psicoanalista Francisco Pisani da su opinión. Él es miembro del Centro de Estudios e Investigación de Psicoanálisis Lacaniano de Chile, y experto en psicología infantil y sexología.

-           ¿Hay estudios respecto a este tema?

Sí, yo creo que hay estudios. Pero no es en lo que me enfoco. Lo que me parece más importante sobre la crianza de parejas homoparentales es que cuando hablamos de las ciencias humanas y de lo humano, se atraviesan líneas ideológicas y políticas. Algunos van a decir que hay conflicto, y otros que no. Mi posición, orientada por la psicoanálisis del psiquiatra francés Jacques Lacan, es que no hay por qué oponerse a esa situación de la crianza de niños por parejas del mismo sexo. Por lo general la psicología trata de reincorporar la diferencia a lo mismo, a lo homogéneo.

-           ¿O sea que el hecho de que la psicología en Chile toque tan poco el tema es porque hay sesgo político?

Por supuesto. Cuando se diagnostica un paciente con algo, con un tipo de trastorno, ahí se pone en juego algo del orden político. De la biopolítica, tal como lo pensaba Michel Foucault: que detrás de cada apariencia, de un discurso científico, hay intereses ideológicos de poder hegemónico. El cual en Chile es acorde a los sectores más conservadores.

Foucault tiene un libro muy conocido que se llama Vigilar y Castigar. La psicología está del lado de la vigilancia y el castigo. Antes lo que se hacía era que se marginaba, pescaban a toda la diferencia y los tiraban fuera de la ciudad. Hoy es más sofisticado: se trata de transformar esa gente al ideal de la sociedad. Se lo vigila. Muchas corrientes psicológicas buscan eso. El psicoanálisis lacaniano tiene una alternativa que dice: “No. Nosotros vamos a defender la diferencia, nosotros pensamos que no es una enfermedad, que es una forma de sexualidad diferente, como todas las personas tienen formas de sexualidad diferentes. Y que el sujeto la viva lo mejor posible, y eso no tiene por qué influir en la crianza de los hijos.”

-           Un niño, siendo criado por una pareja homosexual, ¿tendría una dificultad mayor en reconocerse a sí mismo como niño o niña?

El psicoanálisis piensa que nosotros, para constituirnos como seres humanos, tenemos que entrar en el lenguaje. Y en el entrar en el lenguaje, en el hablar, perdemos nuestra condición de naturaleza como animales. Por ejemplo, los animales no tienen eyaculación precoz ni disfunciones sexuales porque no viven en la cultura como nosotros. Entonces, la distinción entre masculino y femenino como posición sexual es algo que puede estar dentro de un cuerpo de hombre o un cuerpo de mujer. Los hombres homosexuales no se sienten mujeres, se sienten hombres y atraídos por otros hombres. Por eso, no habría por qué pensar que un niño tendría dificultad en la construcción de su propia sexualidad al vivir con padres del mismo sexo.

-           Dado que faltaría una figura de padre hombre o madre mujer, ¿estaría el niño más propenso a satisfacer esa falta afuera de su núcleo parental y por lo tanto a una asimilación más difícil de sus padres?

Hay niños que sufren mucho incluso en parejas heterosexuales porque tienen dos posiciones femeninas, dos madres. Y tienen dificultad siendo ellos heterosexuales. En esa crianza, no hay quién da corte. En ella, el niño puede desarrollar fobias, crisis de pánico y hasta psicosis. Le falta una función paterna que le permita decir, “Oye, acá existe un mundo afuera de tu familia”. Y en el caso de padres muy paternos, ellos quedan con mucha ansiedad de lo que los padres piensan de él. Eso pasa tanto con padres heterosexuales como con homosexuales. Además, la figura del padre puede ser la profesora del colegio, una tía, una abuela. Y aun así el niño puede tener un desarrollo sano.
Los niños pueden ser afectados en la medida que haya una sanción social. El problema mayor estaría en eso, en la discriminación que podría haber.

-           Entonces, ¿cuál es la importancia del sexo de los padres, y de la sexualidad de los padres en un niño? ¿Cuál de los dos es más importante en su desarrollo?

El psicoanálisis dice que la anatomía no es el destino. De alguna forma cuando entramos en el desarrollo de lo humano, todo se complica. Hay un sinfín de posibilidades. Esto permite comprender que hay una complejidad en las relaciones humanas. Su vida puede ser tan válida para la crianza como un heterosexual. Lo que importa más es cómo vive la vida, y no tanto el sexo.



-           En casos de vientres de alquiler, ¿Ud. cree que es más importante para la persona el saber sus raíces y antepasados, o más bien pensar que tiene una familia que acoge? ¿Ese afecto quitaría la presión por saber de las raíces, o seguiría sintiéndose “hijo de nadie”?

La historia de un sujeto es siempre de alguna forma ficcionada. La historia está perdida para siempre; lo que hacemos es reconstruirla. Y al reconstruirla, estamos construyendo nuestra historia. Uno, dice Lacan, es el discurso del otro. Uno toma lo que otros dicen y va tomando sus fragmentos y armando su propia historia y cronología. Lacan dice que lo más importante es que el deseo no sea anónimo; esté encarnado en alguien. Y en la medida que el deseo de un hijo esté encarnado en una figura, ya eso es lo bastante.


El psicoanalista francés Tony Anatrella plantea que la falta de una doble identificación padre hombre y madre mujer en la crianza del niño, lo lleva a tener límites borrosos en relación a deseos y límites en general.

-           ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

Por supuesto que no. Es una visión reduccionista. La condición sexuada no pasa necesariamente por un cuerpo, sólo por tener anatomía de hombre o mujer. Pasa por un lugar que uno ocupa en la cultura, por un “fantasma” que uno ocupa – es decir, una forma de relacionarse con el mundo que puede ser masculina o femenina. 
Yo no creo que se desdibuje las identificaciones; los homosexuales tienen problemas como los que tienen todos los demás. Además, no existe homosexualidad sino homosexualidades diferentes. No hay nada inherente a la homosexualidad que defina cómo uno la vive. Y así, no se define qué transmite un homosexual en la crianza.


-           Hoy en día hay familias de un solo padre, otras formadas por los tuyos, los míos y los nuestros. Ahora se agregaría este nuevo tipo. ¿Qué repercusiones puede tener en el futuro de las sociedades? ¿Cambiarían los valores?

Me parece que resultaría una sociedad mucho mejor. Una sociedad con mayor diferencia, donde las personas puedan vivir más tranquilamente su sexualidad y unos con otros.

-           Una sociedad con mayor diversidad y aceptación de ella, ¿amenizaría problemas psicológicos en ella o no?

Muchos autores, después de Freud y a mediados de los años 50, de la escuela de Frankfurt, pensaban que si se transformaba la sociedad iba a haber menos neurosis o sufrimiento psíquico. La cosa es que no ha sido así. En la sociedad que haya, va a haber sufrimiento igual. Y por eso el psicoanálisis piensa que la sanidad mental no es sino la locura de cada uno; cada uno es más sano en la medida en que puede aceptar su forma de ser y sus problemas de un modo tranquilo. Y en esa sociedad donde se acepte la diversidad quizás haya otras patologías que todavía no conocemos. Pero la falta de sanción social dejaría a las personas menos nerviosas en ese sentido. Habría en ese sentido más tranquilidad en familias homoparentales y en la crianza de niños y adolescentes en ellas.

viernes, 12 de abril de 2013



LOS BLANCOS Y NEGROS DE UNA GARRA AFILADA

Se llama Garra Blanca, pero de cierta manera es un nombre equivocado. Tiene matices de blanco y negro, violencia y paz. Considerando su comportamiento, es como si su nombre fuese Garra Blanca y Negra.

Augusto Catoia Fonseca






Un hombre con barba y larga cabellera saluda a una mujer al volante y empiezan a conversar. Él es Mario Hermosilla, conocido por todos como “Santana”; ella es la psicóloga del plantel. El tema: los perros callejeros de las inmediaciones del club, mal cuidados y alimentados. A él le preocupa el abandono que sufren, y la posibilidad de que padezcan rabia u otras enfermedades que afecten niños y gente que pasa por el sector. Conversan para ver qué hacer al respecto.

“Santana” es miembro de la Garra Blanca hace 27 años. Esta fue fundada en 1986 por los hermanos Apablaza como una fusión de barras de la época (Barra Maratón, Barra Juvenil y Barra ¿Quién es Chile?). A partir de los años 90, la barra ya tenía unos 2.000 miembros. Hoy, según él, son unos 10.000 a lo largo del país.

Tonos de negro 





Según el sociólogo Eduardo Santa Cruz, las barras chilenas son un producto de la élite del fútbol. La hinchada de los 70 era pasiva y no ejercía presión a los adversarios. Los dirigentes querían hinchadas más agresivas para obtener mejores resultados en juegos de local. Estas surgieron en Chile en los años 80 y resultaron muy imponentes, pero a partir de los 90 la actitud de las barras se transformó en violencia. La Garra Blanca (o como también es conocida, GB o Garra)  da varios ejemplos.  

En el año 2000, durante un partido contra Iquique en el Monumental, “Barti” se abalanzó sobre “Huinca” y lo apuñaló. Los dos eran miembros importantes de la barra; de ahí el motivo de la pelea. Porque en la Garra Blanca no hay votaciones formales para elegir líderes. Lo que lleva una persona a liderarla es la capacidad innata de liderazgo y percepciones de los miembros sobre compromiso con el club. Entonces a veces surge más de uno, y disputas de poder aparecen. “El “Barti” estaba validado por el grupo, y el “Huinca” estaba ganando cada vez más importancia”, afirma “Chasca”, miembro de la barra hace 17 años.

En las relaciones internas, hay otro aspecto importante: las subdivisiones. La GB se divide en facciones, que a su vez contienen piños. De estos últimos los hay de varios tipos: hay piños que se dividen, por ejemplo, por grupo etario (como Los Suiciditas de La Pintana, con miembros de hasta 13 años que fuman marihuana y protegen su territorio de hinchas de la “U”) y hasta por ideales anarquistas (Los Holocaustos son un ejemplo, según “Chasca”). Este miembro opina que los piños son “plagas” que surgen de las barras: “Se preocupan más por la anarquía y los destrozos que por apoyar el club”.

Según “Santana”, hoy en día la principal violencia de la barra son las peleas entre piños, en disputas de orgullo para ver cuál es el más poderoso. De hecho, dentro de la Garra hay un gran conflicto. Dos facciones -Los Spectros y La Coordinación- llevan una pelea por el mando de la barra que ya ha costado dos vidas: “Mero Mero” de Los Spectros y “El Escombro”, de La Coordinación. Aunque el caso de este último no es claro: su muerte se asocia más con Pablo Ávila, de la barra archirrival Los de Abajo.

A propósito de barras e hinchas rivales, no es novedad que la Garra ha tenido notorios hechos de sangre. Ella protagonizó el primer caso grave de violencia de barras en el país. En 1990, Danilo Rodríguez, hincha de Unión Española de 17 años y con Síndrome de Down, fue asesinado a golpes por garreros a la salida del Monumental.

En su documental Raza Brava, Hernán Caffiero muestra la historia de un garrero que vivió en carne propia el choque entre la Garra Blanca y Los de Abajo. En marzo de 2006, un bus de la Garra se encontró con miembros de la barra azul y una pelea de cuchillos y balazos empezó. Un hincha azul quedó grave. “Kunta”, uno de los fundadores de la GB, quedó parapléjico tras recibir una puñalada en la médula espinal. “Yo sólo quería calmar la mocha. Todos me conocen por mi carácter conciliador, de estar siempre mediando los conflictos”, afirma.

Tonos de blanco





La Garra Blanca no siempre es ruda. Es mansa también. Son comunes los barristas dispersos alrededor del Monumental en vísperas de partido pidiendo dinero para comprar entradas. En el día 5 de abril, había uno en el portón. Se llama Matías, y es de Punta Arenas. “Me vine a deo desde allá pa ver al Colo”, dijo, parado frente a un amontonado de monedas.

En ese mismo día también estaba “Santana” en el club, recolectando firmas en dos camisetas del equipo para regalarlas a un hincha con leucemia y otro con las piernas amputadas. Él aparece por allá entre 4 y 7 días por semana para saludar trabajadores y manifestar apoyo a los jugadores. Cuenta que en la GB también hay acción social: “En algún momento la Coordinación de la Garra trajo un grupo de dentistas pa los trabajadores del club. La Garra también trabaja en mantener los sindicatos de trabajadores del Colo-Colo, pa que ellos tengan trato y sueldos dignos”.

“Santana” es uno de aquellos miembros que no presiona jugadores ni se involucra en peleas. Su foco está en alentar a su equipo, y lo que quiere es paz. “Se invierte mucho dinero en cámaras y operativos para ver a los hinchas, pero el Gobierno está en deuda respecto a educación. Debe haber cultura de hincha que va al estadio por el deporte lindo de todos y no pa pelear”. 

La barra de Colo-Colo se coloca como una familia. A pesar de la violencia, el compañerismo también está presente en el grupo. Dicho valor juega un rol importante en la entrada al grupo. “Primero compras tu entrada. Te vái juntando con el grupo y naturalmente uno entra. Después, empieza un reconocimiento por parte de tus compañeros”, dice “Santana”.

“Kunta” comparte esa visión: “Mi gran familia es la barra. Es mi mundo, mi vida gira en torno a ella. De ahí no me saca nadie”. Mientras reposaba en su casa, la Garra exponía un lienzo que decía, “Fuerza Kunta”. Contó con la ayuda de garreros para subirse a autos y sillas de ruedas, y ellos le empujaban su silla para que él se encontrara con otros compañeros de barra. Por donde pasaba, miembros de la barra se acercaban para saludarlo. Después del ataque que sufrió, soñaba en volver al estadio a ver al “Cacique”. Con la ayuda de compañeros de la Garra Blanca, lo logró. Fue a México y vio a su equipo ganar por 2-0 al Toluca y clasificar a la final de la Copa Sudamericana de ese año. Cantó, gritó y agitó sus brazos en el aire. La sonrisa no salía de su rostro.

La muerte de un miembro también es otra instancia de unión en la GB. Los barristas se reúnen en el Monumental, dan una vuelta a su alrededor con el cajón cubierto con la bandera de Colo-Colo, entran al club y entonan cánticos alrededor del velado. Visten el manto del “Cacique”, flamean banderas, suenan bombos y cantan al unísono en homenaje al fallecido. “¡Oh, “Pantruca” no se va! ¡No se va, no se va, "Pantruca” no se va!”, cantaron en homenaje al barrista de ese nombre. En 2010, él  fue aplastado por un blindado de Carabineros mientras se dirigía al Monumental.

Con otras barras, también hay ocasiones de hermandad. La barra de la “U” y la de Colo-Colo se unieron en una pichanga para pedir la libertad de Augusto Pinochet en el día 11 de septiembre de 1998. Los líderes de ambos bandos incluso abrazaron a Pinochet hijo en la conmemoración. Además, “Pancho Malo”, ex-líder de la Garra, se encontró por medio del pinochetismo con líderes de otras barras: “Spiry” de Los Cruzados,  y “Mono Ale” y “Cabezón Beto” de Los de Abajo. Los tres se vincularon a la Fundación Pinochet y establecieron una relación amistosa.


Eduardo Santa Cruz definió a la Garra Blanca como una “montonera”, un “ente no homogéneo”. Y así es. Ella pega y abraza; insulta y apoya. La barra más famosa de Chile no es una paloma blanca ni un buitre: es un híbrido de ambos.   

lunes, 1 de abril de 2013

ALEGRÍA E INOCENCIA LIMITADAS AL RECUERDO


A un año de la muerte de Daniel Zamudio

ALEGRÍA E INOCENCIA LIMITADAS AL RECUERDO

En la marcha pro-LGBT del 30 de marzo, una gran pancarta decía “La Homofobia Mata”. Un año atrás, la muerte de Daniel Zamudio fue prueba de ello. Hoy, el impacto de su vida y los recuerdos de ella siguen vivos y calan hondo entre amigos suyos.

Augusto Catoia Fonseca


“Si tuviera que definir al Dani con una palabra, sería “inocencia””, dice Mariano “Nano” Aliste (en la foto), amigo de Daniel y Director de la Fundación Daniel Zamudio. Mientras habla, su respiración se acelera y sus ojos se mojan en lágrimas. “A él el pololo le prometía el mundo, el cielo y las estrellas y Daniel se la compraba. Vivía en su mundo, lejos de su realidad. Él era un niño”, relata.

Según su amigo, la inocencia de Daniel no sólo le jugó malas pasadas. También tuvo su lado bueno. A Mariano le dejó una lección de vida. “Daniel me enseñó que hay que vivir intensamente. Él la vivió a concho… Incluso a veces tenía que decirle, “Contrólate””, recuerda.

Otro  amigo que se acuerda de él es Leandro Ortega. “Terminábamos de armar la previa, y el Dani ya estaba casi en coma etílico. Se explayaba, y le encantaba la Britney (Spears). Le gustaba la canción “Gimme More”. Empezaba a calentar motores y cantaba esa canción”, recuerda Leandro. Para él, la alegría era su rasgo principal. “Era lo que más me atraía en él. Te alegraba el día”.

También para José “Pato” Miranda, la alegría era su distintivo. “Su alegría era una coraza para no caer ante las penas de su vida, principalmente el divorcio de sus papás. Pero él era así por naturaleza también”, explica.

Los tres son homosexuales. Salieron sin un rasguño físico de la golpiza a Daniel. Ese ataque homofóbico les golpeó el alma y no el cuerpo.

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En medio a un mar de papeles y tarjetas con mensajes de apoyo a Daniel en la fachada de la Posta Central, había un hilo de lana con corazones de papel colgados. Uno de ellos decía, “Vamos a seguir en la lucha”. Lo había escrito José con unos amigos.

En el día 27 de marzo de 2012, él se encontraba en la recepción de la Posta esperando por noticias sobre la salud de “Dani”. De pronto irrumpe un médico que llama a los familiares al piso donde la víctima estaba. José permaneció en el lugar, presintiendo que algo malo pasó. Momentos después vio a Diego, hermano de Daniel, pálido y con los ojos llorosos. “El chanchito se nos fue”, dijo el familiar. Acompañado de una amiga, “Pato” la abrazó y lloraron juntos. En su cabeza, ese momento confirmó el mensaje en el corazón de papel.

Mariano caminaba hacia un paradero de Transantiago, a camino de la Posta Central. Antes de llegar a la parada, lo llamaron para decirle que Daniel había muerto. Él lloró durante todo el camino del bus. “Pasé por San Borja ese día, antes de ir a la Posta. Fue como patear la perra por toda la hueá que había pasado… Tuve que asumir en dos días que Daniel no iba a estar más”, recuerda.

A Leandro lo llamaron por teléfono para avisarle. “Pobrecito el Dani…”, pensó. Se dirigió a la Posta, pero no le dejaron entrar.

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Con la muerte de Daniel, “Nano” no sólo perdió la inocencia de su amigo. También perdió la propia. Tiene 27 años, y es la segunda vez que pasa a la adultez. “Antes yo ni había sido presidente de curso y ahora me toca dirigir una fundación… No tenía idea cómo hacerlo”, recuerda. “Iván (Zamudio, padre de Daniel) es el presidente, pero no tiene mucho tiempo. Así que me toca a mí mandar y responder mails, organizar cosas”.
Mariano cree que la memoria de Daniel estará honrada cuando se alcancen dos metas: penas justas para los imputados, y que la imagen de su amigo pierda las manchas impuestas por los medios. “A Daniel lo tacharon de promiscuo y alcohólico, pero él no era así. Era un niño, y a veces caía en excesos con el copete”, describe Aliste.

José Miranda tomó un foco distinto de activismo. “Le propuse a varias organizaciones un proyecto enfocado a la educación sobre afectividad en general. Pero no hubo mucho apoyo, porque cada organización tiene su cronograma y cuando alguien llega de afuera son reacios”, explica. “Tienen que ver más con asesoría de familias, de quienes están saliendo del clóset”. Por eso, no está afiliado a ninguna organización.

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Después de la muerte de Zamudio, los papeles y tarjetas de la fachada de la Posta fueron guardados en una bolsa. Ella se encuentra en el clóset de la pieza de “Pato”. Cuando se cambia de ropa o lo tiene abierto, siempre la ve. Nunca lee nada de su contenido. Él aviva a Daniel en su memoria mirándola por fuera.    

“Nano” vive en Calera de Tango, en un campo. Un día, Daniel se fue a su casa y en la fachada había un chivo atado con una cuerda. “¿Hueón, qué hace esta hueá aquí? ¡Una oveja!”, preguntó Daniel. “No es una oveja, es un chivo”, le corrige Mariano. “Ya, pero estas hueás son del Polo Norte, ¿cachái?”, respondió “Dani”.

Actualmente, hay un chivo amarrado cerca del paradero en donde Mariano toma el colectivo todos los días. Siempre que pasa por ahí, recuerda a su amigo fallecido.