lunes, 1 de abril de 2013

ALEGRÍA E INOCENCIA LIMITADAS AL RECUERDO


A un año de la muerte de Daniel Zamudio

ALEGRÍA E INOCENCIA LIMITADAS AL RECUERDO

En la marcha pro-LGBT del 30 de marzo, una gran pancarta decía “La Homofobia Mata”. Un año atrás, la muerte de Daniel Zamudio fue prueba de ello. Hoy, el impacto de su vida y los recuerdos de ella siguen vivos y calan hondo entre amigos suyos.

Augusto Catoia Fonseca


“Si tuviera que definir al Dani con una palabra, sería “inocencia””, dice Mariano “Nano” Aliste (en la foto), amigo de Daniel y Director de la Fundación Daniel Zamudio. Mientras habla, su respiración se acelera y sus ojos se mojan en lágrimas. “A él el pololo le prometía el mundo, el cielo y las estrellas y Daniel se la compraba. Vivía en su mundo, lejos de su realidad. Él era un niño”, relata.

Según su amigo, la inocencia de Daniel no sólo le jugó malas pasadas. También tuvo su lado bueno. A Mariano le dejó una lección de vida. “Daniel me enseñó que hay que vivir intensamente. Él la vivió a concho… Incluso a veces tenía que decirle, “Contrólate””, recuerda.

Otro  amigo que se acuerda de él es Leandro Ortega. “Terminábamos de armar la previa, y el Dani ya estaba casi en coma etílico. Se explayaba, y le encantaba la Britney (Spears). Le gustaba la canción “Gimme More”. Empezaba a calentar motores y cantaba esa canción”, recuerda Leandro. Para él, la alegría era su rasgo principal. “Era lo que más me atraía en él. Te alegraba el día”.

También para José “Pato” Miranda, la alegría era su distintivo. “Su alegría era una coraza para no caer ante las penas de su vida, principalmente el divorcio de sus papás. Pero él era así por naturaleza también”, explica.

Los tres son homosexuales. Salieron sin un rasguño físico de la golpiza a Daniel. Ese ataque homofóbico les golpeó el alma y no el cuerpo.

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En medio a un mar de papeles y tarjetas con mensajes de apoyo a Daniel en la fachada de la Posta Central, había un hilo de lana con corazones de papel colgados. Uno de ellos decía, “Vamos a seguir en la lucha”. Lo había escrito José con unos amigos.

En el día 27 de marzo de 2012, él se encontraba en la recepción de la Posta esperando por noticias sobre la salud de “Dani”. De pronto irrumpe un médico que llama a los familiares al piso donde la víctima estaba. José permaneció en el lugar, presintiendo que algo malo pasó. Momentos después vio a Diego, hermano de Daniel, pálido y con los ojos llorosos. “El chanchito se nos fue”, dijo el familiar. Acompañado de una amiga, “Pato” la abrazó y lloraron juntos. En su cabeza, ese momento confirmó el mensaje en el corazón de papel.

Mariano caminaba hacia un paradero de Transantiago, a camino de la Posta Central. Antes de llegar a la parada, lo llamaron para decirle que Daniel había muerto. Él lloró durante todo el camino del bus. “Pasé por San Borja ese día, antes de ir a la Posta. Fue como patear la perra por toda la hueá que había pasado… Tuve que asumir en dos días que Daniel no iba a estar más”, recuerda.

A Leandro lo llamaron por teléfono para avisarle. “Pobrecito el Dani…”, pensó. Se dirigió a la Posta, pero no le dejaron entrar.

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Con la muerte de Daniel, “Nano” no sólo perdió la inocencia de su amigo. También perdió la propia. Tiene 27 años, y es la segunda vez que pasa a la adultez. “Antes yo ni había sido presidente de curso y ahora me toca dirigir una fundación… No tenía idea cómo hacerlo”, recuerda. “Iván (Zamudio, padre de Daniel) es el presidente, pero no tiene mucho tiempo. Así que me toca a mí mandar y responder mails, organizar cosas”.
Mariano cree que la memoria de Daniel estará honrada cuando se alcancen dos metas: penas justas para los imputados, y que la imagen de su amigo pierda las manchas impuestas por los medios. “A Daniel lo tacharon de promiscuo y alcohólico, pero él no era así. Era un niño, y a veces caía en excesos con el copete”, describe Aliste.

José Miranda tomó un foco distinto de activismo. “Le propuse a varias organizaciones un proyecto enfocado a la educación sobre afectividad en general. Pero no hubo mucho apoyo, porque cada organización tiene su cronograma y cuando alguien llega de afuera son reacios”, explica. “Tienen que ver más con asesoría de familias, de quienes están saliendo del clóset”. Por eso, no está afiliado a ninguna organización.

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Después de la muerte de Zamudio, los papeles y tarjetas de la fachada de la Posta fueron guardados en una bolsa. Ella se encuentra en el clóset de la pieza de “Pato”. Cuando se cambia de ropa o lo tiene abierto, siempre la ve. Nunca lee nada de su contenido. Él aviva a Daniel en su memoria mirándola por fuera.    

“Nano” vive en Calera de Tango, en un campo. Un día, Daniel se fue a su casa y en la fachada había un chivo atado con una cuerda. “¿Hueón, qué hace esta hueá aquí? ¡Una oveja!”, preguntó Daniel. “No es una oveja, es un chivo”, le corrige Mariano. “Ya, pero estas hueás son del Polo Norte, ¿cachái?”, respondió “Dani”.

Actualmente, hay un chivo amarrado cerca del paradero en donde Mariano toma el colectivo todos los días. Siempre que pasa por ahí, recuerda a su amigo fallecido.


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